El periodismo, conocido como el “cuarto poder”, tiene un papel esencial en la construcción de una sociedad informada, crítica y libre. Sin embargo, con este poder viene una responsabilidad ineludible: ejercer su influencia con respeto, ética y tolerancia hacia la diversidad de opiniones, culturas y derechos individuales.

La tolerancia es la base de una prensa que fomente el diálogo, no la confrontación. En su búsqueda por informar, los medios deben evitar discursos que promuevan el odio, el prejuicio o la polarización. Su función es tender puentes, no cavar abismos.

Pero la tolerancia no implica la ausencia de límites. La libertad de prensa no debe confundirse con un derecho absoluto a invadir la privacidad, manipular la verdad o desprestigiar. El respeto a la dignidad humana y a la verdad debe ser el eje rector de toda publicación.

El “cuarto poder” debe recordar que su verdadero poder reside en servir al interés público, no en perseguir agendas personales o intereses económicos. Cuando la prensa respeta estos límites, se convierte en un pilar sólido de la democracia. Cuando los cruza, pone en peligro la confianza de quienes depende para existir: la sociedad.

Que la tolerancia guíe la pluma y el respeto marque los límites. Solo así la prensa puede seguir siendo un motor de cambio positivo en el mundo.